lunes, 21 de septiembre de 2009

La Literatura A Principios Del Siglo XX

La literatura hispanoamericana a comienzos del siglo XX tiene influencias del Modernismo y el Realismo.
El Modernismo es un movimiento renovador, híbrido y urbano, principalmente caracterizado por la belleza formal y la artificiosidad; su temática es frecuentemente fantasiosa.
El Realismo europeo se transforma en el Realismo hispanoamericano, que se identifica por ser formalmente tradicional, aunque tiene influencias de los nuevos movimientos europeos, especialmente del realismo social. El Realismo hispanoamericano se caracteriza por la temática variada, pero impregnada de la realidad que vive el pueblo suramericano. La división que se puede hacer de la temática realista es:
Novela de la tierra: se centra en el salvajismo de la naturaleza aún inexplorada en muchas zonas y en la inmensidad de la geografía americana. El hombre hispanoamericano se ha de enfrentar a las desmedidas distancias, los ríos, selvas, pampas y cordilleras, aunque de nada le sirve, pues finalmente es derrotado. Algunas obras de esta etapa son La vorágine de José Eustasio Rivera, Doña Bárbara de Rómulo Gallegos y Anaconda de Horacio Quiroga.
Novela social: se desarrolló desde un carácter descriptivo o de exotismo hacia el indio a una franca denuncia de su situación. Esta novela está directamente ligada al mestizaje cultural característica de América desde su descubrimiento en 1492 debido a las migraciones masivas, y por lo tanto a la mezcla con los nativos americanos. Algunas de las obras de este período son El mundo es ancho y ajeno de Ciro Alegría, Huasipungo de Jorge Icaza y Raza de bronce de Alcides Arguedas.

Novela revolucionaria: los conflictos habidos en Hispanoamérica, La Guerra del Chaco entre Paraguay y Bolivia por motivos fronterizos, y la Revolución Mexicana, propiciaron el descubrimiento de una nueva temática, que se basa en el despotismo, la violencia, el odio, el egoísmo y la ignorancia. Pertenecientes a esta etapa son Los de abajo de Mariano Azuela y El águila y la serpiente de Martín Luis Guzmán.

Lo que ansía el escritor latinoamericano es poder devolver a América Latina toda su plenitud y su unidad, ya que la lengua se había distanciado de la realidad del continente, ya de por sí dividido por fronteras y nacionalismos. Después de la retirada de España de América, ésta quedó influenciada por lo francés, lo inglés y lo norteamericano; se acabó por tener un lenguaje que en absoluto reflejaba la realidad que se estaba viviendo. Estas nefastas influencias provocan que la historia y la realidad latinoamericanas, que habían caminado siempre juntas, se separen debido a una serie de falsas e inexistentes diversidades y diferencias. Debido a esta situación la sociedad americana, se vio separada violentamente de su lenguaje y de sus raíces; la única salida posible era la revolución y la lucha por la liberación de influencias y de dictaduras perniciosas para la identidad colectiva hispanoamericana. Los escritores tomaron conciencia de ello, e intentaron contraatacar escribiendo obras, que le devolvieran el lenguaje, la unidad y la plenitud al Nuevo Mundo. Una característica propia de estas narraciones es que los héroes de esta literatura son tan conmovedores como los más grandes personajes de la literatura universal; lo son porque llevan su destino hasta el final, hasta su último aliento.
“La Nueva Novela”

El período de “la nueva novela” tiene lugar en la década de los cuarenta.
Esta novela ha ido madurando a lo largo de los años. Algunos autores que comenzaron esta nueva forma de escribir son Miguel Ángel Asturias, Jorge Luis Borges, Juan Carlos Onetti, Alejo Carpentier, Adolfo Bioy Casares y Agustín Yáñez.
Este período abandona la temática de denuncia social y el interés por la naturaleza y se interesa por un paisaje urbano.

El cambio más notable es el del abandono de la mímesis decimonónica y la aceptación de formalizaciones establecidas por la vanguardia.
La primera obra que muestra el cambio latente viene a cargo de Juan Carlos Onetti con un relato, El pozo.
El “Boom”

Esta es una pequeña muestra de los autores y de sus obras: Gabriel García Márquez (Cien años de soledad, 1967), Carlos Fuentes (La muerte de Artemio Cruz, 1962), Mario Vargas Llosa (La ciudad y los perros, 1963), Alejo Carpentier (El siglo de las luces, 1962), Juan Carlos Onetti (El astillero, 1961), Ernesto Sábato (Sobre héroes y tumbas, 1961), José Lezama Lima (Paradiso, 1966), Miguel Ángel Asturias (Los ojos de los enterrados, 1960), Julio Cortázar (Rayuela, 1963), Manuel Puig (La traición de Rita Hayworth, 1968), José Donoso (Un lugar sin límites, 1965), Enrique Lafourcade (Frecuencia modulada, 1968), Mario Benedetti (La tregua, 1960), Rosario Castellanos (Oficio de tinieblas, 1962), Reinaldo Arenas (El mundo alucinante, 1969), Salvador Helizondo (El hipogeo secreto, 1968), Guillermo Cabrera Infante (Tres tristes tigres, 1967), Elena Garro (Los recuerdos del porvenir, 1963), Manuel Mujica Láinez (El unicornio, 1965), etc.
Durante la década de los sesenta se produce un fenómeno llamado “Boom”, que no es más que el auge de la literatura hispanoamericana en el resto del mundo, el redescubrimiento de América, pero esta vez desde un punto de vista literario. Por primera vez en la historia, la literatura hispanoamericana forma parte de la literatura universal.

Los escritores del “Boom” están influenciados por reconocidos autores como Virginia Wolf (Orlando, 1928), William Faulkner (Los rateros, 1962), Ernest Hemingway (El viejo y el mar, 1952), Marcel Proust (En busca del tiempo perdido, 1922), Jean-Paul Sartre (El ser y la nada, 1943), John Dos Passos (Isla de Pascua, 1971), pero también se dejaron influenciar por latinoamericanos de la talla de Jorge Luis Borges (El Aleph, 1949) y Octavio Paz (Árbol adentro, 1987).
Los integrantes del “Boom” eran ya conocidos en América, habían publicado obras antes de los años sesenta y su formación y planteamientos literarios eran muy variados. Alguno de ellos se exiliaron voluntariamente de su país y estaban unidos por la amistad y por el apoyo a la Revolución cubana.
Varios fueron los factores que hicieron posible el apogeo de la literatura hispanoamericana. Uno de ellos fue el triunfo de Castro en la revolución cubana, ya que fueron muchos los intelectuales hispanoamericanos para los cuales ése sólo era el principio para la liberación de sus países. Un grupo de intelectuales, entre los que destacaban García Márquez, Fuentes, Vargas Llosa y Cortázar, se promocionaban entre sí y silenciaban a aquellos que no compartían su ideología. La Revolución cubana creó la institución de la Casa de las Américas, una revista, unos concursos, premios y congresos que se convirtieron en el centro de la cultura revolucionaria. Tiempo después la Revista se cerró a las innovaciones debido al endurecimiento del régimen revolucionario, pero esta publicación, difusora de ideas, fue la semilla de otras tantas que querían colaborar con esa función: Siempre (México), Primera Plana (Argentina) o Marcha (Montevideo).
Otro factor que ayudó al esplendor de la literatura hispanoamericana fue el sector comercial, sobre todo la editorial española Seix-Barral, aunque también fueron importantes Plaza y Janés, y Bruguera, que se dedicaron a promocionar a escritores y obras hispanoamericanas. El primer éxito editorial fue en 1962 con La ciudad y los perros de Mario Vargas Llosa, al que se le otorgó el Premio Biblioteca Breve de Seix-Barral. Posteriormente el éxito se fue repitiendo en otros escritores y obras. El motivo de todo este éxito sin antecedentes, fue la magnífica acogida que recibió la literatura hispanoamericana por parte de un público sediento de novedades; incluso el lector que no sabía español pudo disfrutar de estas obras maestras gracias a las traducciones que se realizaron en numerosas lenguas.
Carácterísticas del “Boom”

1.Interés del autor porque el lector tome parte activa en la lectura del libro.
2.Desarrollo de la experimentación lingüística.
3.Derecho del autor a la creación de su propia realidad imaginaria, como por ejemplo dobles narradores, novela dentro de la novela.
4.Novelas histórico-sociales con extensa panorámica de información nacional.
5.Exploración de la realidad más cercana y concreta obras intimistas.
6.Tratamiento de temas existenciales acercándose a la esencia del ser humano y alejándose del análisis psicológico de los personajes.
7. Rechazo de la doble moral burguesa.
8.Aparición y maduración de nuevos valores que rechazan los modelos culturales establecidos.
9.Predominio del objeto aislado como forma de representar el caos del universo.
10.Reproche de la manera normal de apreciar la realidad.
11.Obras con compleja estructura.
12.Desmembración de bloques con cierta autonomía entre sí.

Estos autores se interesan por la literatura de temática continental; una estética común, como por ejemplo el barroquismo, el criollismo y el realismo mágico; planteamientos técnicos renovadores, actitud crítica ante la opresión y la dictadura.

El Realismo Mágico

El término realismo mágico fue creado por Franz Roh, crítico de arte alemán, en 1925 para definir una corriente pictórica alemana post-expresionista; este grupo de pintores pretendía captar lo permanente, la esencia de la realidad, basándose en la coexistencia entre el realismo y la dimensión mágica que exploraba el expresionismo.
Durante los años veinte y treinta fueron muchos los bohemios latinoamericanos que viajaron al Viejo Continente para incorporarse a la corriente surrealista, tratando de buscar aspectos sobrenaturales para crear una realidad cimentada en los sueños y en el subconsciente. Cuando regresaron a Hispanoamérica, se dieron cuenta que no era necesario buscar esta realidad en Europa, pues ésta ya se encontraba en su propia cultura y países.
El escritor que inició este nuevo movimiento fue Demetrio Aguilera Malta, con obras como Una cruz en la Sierra Maestra, del año 1960 o El Quijote de Eldorado, de 1964. A pesar de ser el precursor del realismo mágico, no fue consciente de la relevancia que tendría su innovación estilística.
El término de “realismo mágico” es usado por el escritor venezolano Arturo Uslar Pietri para referirse a una corriente de la narrativa venezolana que está en contra de las fórmulas estrictamente realistas y que crea un nuevo realismo, en el que el hombre y su entorno están sumergidos en un mundo de fantasía y de misterio. Estos pensamientos están recogidos en la obra de Uslar Pietri llamada Letras y hombres de Venezuela, de 1948.
Poco después muchas son las obras y los autores que se caracterizan con estas ideas. Algunos de los narradores más representativos del realismo mágico son: Miguel Ángel Asturias (El señor presidente, 1946), Alejo Carpentier (El reino de este mundo, 1944), Jorge Luis Borges (Ficciones, 1944), Juan Rulfo (Pedro Páramo, 1955), Gabriel García Márquez (Cien años de soledad, 1967), Julio Cortázar (Bestiario, 1951) e Isabel Allende (La casa de los espíritus, 1982).
Estos escritores piensan que es posible alcanzar otro tipo de realidad (lo fantástico y lo maravilloso) mediante el inconsciente, el sueño, la imaginación, etc., y que por lo tanto hay realidades paralelas a la que tan sólo se puede percibir a través de la observación y de la lógica. Para acceder a estas otras realidades se dejan influenciar por las culturas precolombinas presentes en los relatos fantásticos de transmisión oral, cuentos y leyendas. Se experimenta con nuevas formas narrativas recogiendo aspectos del regionalismo, del neorrealismo y de la novela social, utiliza recursos oníricos para darle un aire más etéreo e intentar adaptar los recursos estilísticos de la poesía a la prosa.
Especialmente, es una literatura de contrastes, en la que la circunstancia mágica sirve de contrapunto a situaciones habituales como forma de puntualizar la pureza de un ideal o simplemente como vehículo para cuestionar la realidad.
Según la afirmación de Alejo Carpentier:
Eso a lo que llamamos realidad no es sino una construcción mental variable de una época a otra, de acuerdo con la concepción del mundo imperante en cada una de ellas.
El realismo mágico está caracterizado por dos conflictivas perspectivas: una basada en el punto de vista racional de la realidad y la otra en la aceptación de lo sobrenatural como una realidad. Es también un movimiento innovador pues integra en la literatura el universo físico y simbólico del mundo indígena americano: las creencias ancestrales, la naturaleza, la historia, el mito y la magia.
El escritor desafía a la realidad y trata de despedazarla, de averiguar lo que hay de impenetrable y oculto en los objetos, la existencia y las acciones humanas. Un buen narrador practicante de este género cuenta un hecho, que por muy normal que parezca, nos perturba y nos parece insólito; esa es la ilusión de la “irrealidad”. En este tipo de narraciones, presenta la realidad como algo mágico, y por tanto deja de ser real. La pauta del escritor es insinuar una atmósfera sobrenatural sin alejarse del entorno y su táctica es deformar la realidad. No hay dobles sentidos ni análisis psicológico de los personajes, sino contrastes bien definidos, no desconcertándose jamás los protagonistas delante de lo sobrenatural. Tampoco hay sentimientos de miedo o terror motivados por un suceso inesperado, ya que lo insólito se vuelve real y deja de ser desconocido.
“El Cuento Hispanoamericano “
A lo largo de todo el siglo XX se ha producido un cambio en la narrativa, no tan sólo en la novela, sino también en el cuento, pues los autores ya no discriminan a este género literario. Anteriormente se le había arrinconado pues existía la opinión de que los cuentos eran, exclusivamente, dedicados al público infantil; pero esto no es cierto, ya que los géneros en que se divide un cuento son tantos como los que dividen una novela.
El cuento tiene en Hispanoamérica, contrariamente a lo que ocurre en España, un gran volumen de producción. Narradores de todas las épocas lo han cultivado bien en exclusividad o bien alternándolo con la novela. Prácticamente todas las corrientes y vicisitudes que sigue la narración larga tiene su traducción en la breve. Es el caso de Rulfo o de García Márquez, ambos son autores de novelas y cuentos, entre los que prácticamente no existen diferencias significativas si exceptuamos las derivadas de sus respectivas estructuras: el mismo ambiente, los mismos tipos y semejantes personajes, el mismo lenguaje, los mismos problemas y exacta cosmovisión pueblan los universos narrativos de sus novelas y cuentos.
Los recursos utilizados en el cuento hispanoamericano se caracterizan por la magia, pues no hay lugar mejor para dejar volar la imaginación que las grandes extensiones territoriales que cruzan América de punta a punta. Un recurso muy utilizado es el ya comentado “realismo mágico”, que tendrá una gran difusión y un gran auge tanto en la literatura propiamente hispanoamericana como en la universal, pues el resto de los escritores se sienten fascinados por este modo de narración y deciden también practicarlo, por lo que se puede decir que es un método no solamente hispanoamericano, aunque es allí donde tiene su máximo exponente
Los autores que provocan el “Boom”, escriben libros de cuentos entre los años 1948 y 1962. Algunos de ellos son: El último viaje y otros cuentos (1951) de Mario Benedetti, El llano en llamas (1951) de Juan Rulfo, El patio (1952) de Jorge Edwards, Los días enmascarados (1954) de Carlos Fuentes, Guerra del tiempo: tres relatos y una novela (1958) de José Donoso, Los funerales de la Mama Grande (1962) de Gabriel García Márquez, Bestiario (1951) de Julio Cortázar, El trueno entre las hojas (1953), de Augusto Roa Bastos, etc.
También hay autores de libros de relatos que, o bien no poseen una obra literaria muy frondosa o bien no se les incluye en fenómeno del “Boom”: Ceniza para el viento y otras historias (1950) de Hernando Téllez, Confabulario (1952) de Juan José Arreola, La sangre de Medusa (1958) de José Emilio Pacheco, Víctor Ferri cuenta un cuento (1958) de Sergio Pitol, etc.
La realización de libros de cuentos llevaría a estos escritores, junto con el magisterio de Jorge Luis Borges, a ser considerados como los inventores o maestros del cuento hispanoamericano moderno, ya que habían encontrado nuevos fondos y forma para los cuentos y también una universalidad de lo autóctono propio de América.

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